Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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1644
Legislatura: 1898-1899 (Cortes de 1898 a 1899)
Sesión: 3 de junio de 1898
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Réplica
Número y páginas del Diario de Sesiones: 36, 1077-1078
Tema: Competencia de los tribunales militares para conocer los delitos cometidos por medio de la prensa e influencia del Gobierno en las resoluciones de las cámaras, tratándose de la inmunidad parlamentaria

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Ha tratado el Sr. Azcárate tres cuestiones de grandísima importancia, y que, como S. S. ha dicho, conviene que sobre esto no quede duda alguna, y, en mi concepto, no quedará. No quiero hacerme cargo de la primera parte de su discurso, en la cual parece que quería poner S.S. en competencia a esta Cámara con el Senado.

Después de todo, S. S. ha reconocido que, sea como quiera, aquella Cámara ha estado en su perfecto derecho, y nada tengo que decir, por lo tanto, como no sea protestar de que se hable en esta Cámara de la falta de corrección, de la falta de etiqueta; me parece que ha dicho S. S., que aquella Cámara ha cometido, cuando en realidad no se ha extralimitado del derecho que tiene, y cuando no ha habido en la actitud de aquella Cámara nada que pueda ser ofensivo para ésta. Después de todo, S. S. mismo se ha dado la razón. No se trata de un acto de un Sr. Diputado en el ejercicio de su cargo y en el Congreso; se trata de un acto que, como particular, ha cometido un Diputado, acto que está sujeto a la crítica de todo el mundo, y claro está que a la crítica de aquélla como de esta Cámara, sin que al criticar aquella Cámara ese acto particular de ese Sr. Diputado infiera ofensa alguna a ésta, como no inferiría el Congreso ofensa ninguna al Senado por criticar los actos de algún Senador realizados fuera del ejercicio de su cargo y fuera del Parlamento. Porque si no fuera así, claro está que muchas veces hubiera tenido el Senado razón para quejarse del Congreso, porque sabe S. S., y yo no quiero recordarlo ahora, pues me basta llamar un poco la atención de S.S. sobre esto para que S. S. lo recuerde, que ha habido ataques muy duros contra ciertos Senadores, pero muy duros, y hace poco tiempo se dirigieron aquí ataques durísimos contra un Senador por hechos cometidos fuera del ejercicio de su cargo, y el Senado no tuvo nada que decir. Por eso yo creo que nada tiene que decir el Congreso por la conducta que ha observado el Senado en este caso concreto.

Y vamos a la cuestión de inviolabilidades, porque S. S. ha defendido, y ha hecho bien, y en eso le acompaño yo también, la inviolabilidad del Diputado; pero S. S. se ha olvidado de otras inviolabilidades, que tienen en poco, y no sé por qué ha de tener en más la inviolabilidad del Diputado que otras inviolabilidades de que habla la Constitución. (El señor Azcárate: Me he ocupado de ellas también.) Pero, ¡buena diferencia hay entre como S. S. ha tratado la inviolabilidad del Diputado y cómo ha tratado la inviolabilidad del Monarca, que es base esencial del sistema en que vivimos! Honroso es para el Congreso defender su inviolabilidad o la inviolabilidad de sus individuos; pero todavía creo que es más honroso para el Congreso defender con más energía, con más tesón que su propia inviolabilidad, otras inviolabilidades. No parece sino que hay una conjuración, de algún tiempo a esta parte, para menguar los prestigios y las prerrogativas de las altas instituciones bajo las cuales vivimos, y eso no se puede tolerar, y contra esto el Gobierno no tiene más remedio que protestar con toda energía, y al mismo tiempo que está dispuesto a defender, si fuera necesario, la inviolabilidad del Diputado en los términos que marca la Constitución, está dispuesto a defender también la inviolabilidad del Monarca en los mismos términos que marca la Constitución, está dispuesto a defender también la inviolabilidad del Monarca en los mismos términos que ordena igualmente la Constitución del Estado.

¿Qué haría S. S., qué haría el Congreso, si por rodeos, si por caminos tortuosos se viniera a hacer ilusoria la inviolabilidad del Diputado? Indudablemente no lo consentiría el Sr. Azcárate, protestaría contra esos medios, y procuraría impedir que de esa manera se falsearan la Constitución y las leyes. Pues en ese caso estamos nosotros, y no hemos de consentir que directa o indirectamente se haga imposible la inviolabilidad del Monarca, ni hemos de consentir que se vaya por ciertos caminos por los que veo que se quiere ir.

Jamás se ha puesto en duda en este país, ni en ningún país regido por las instituciones que aquí rigen, la inviolabilidad del Monarca. Dice la Constitución que la persona del Monarca es sagrada e inviolable, y que son responsables de sus Ministros. Pues en eso está basado el régimen constitucional, y si destruís esa base, si amenguáis la inviolabilidad del Monarca, destruís el régimen bajo el cual vivimos.

Con motivo de ciertas palabras pronunciadas por el Sr. Ministro de la Gobernación, S. S. quiere saber qué tribunal ha de conocer de una denuncia por la publicación de un artículo de periódico. Yo declaro que, como no sea por lo que he oído a S. S., y por ciertas cosas que he leído en los periódicos de hoy, yo no sabría a qué tribunal estaba sometido ese asunto, porque no me incumbe eso.

Dice el Sr. Azcárate que está sometido el asunto a un tribunal militar, y S. S. tiene la pretensión de que el Gobierno de S. M. diga si debe estar sometido a ese tribunal o a otro. ¿Por dónde se quiere dar al Gobierno facultad para decidir esto? Se quejaba S. S. de que el Gobierno ha hecho ciertas indicaciones que pueden influir en los tribunales, y ahora tiene nada menos que la pretensión de que el Gobierno diga si debe intervenir en este asunto el tribunal militar o el ordinario. (El Sr. Azcárate: Dejando sin efecto el bando.) No incumbe al Gobierno hacer semejante indicación, porque respeta más que lo que S. S. cree la independencia de los tribunales. Si alguien se considera agraviado porque interviene en eso un tribunal que no cree competente, ahí están la Constitución y las leyes, que entable la competencia, y ya sabe S. S. a quién corresponde resolver [1077] competencias de esa naturaleza, ya sabe que corresponde al Tribunal Supremo de Justicia y no al Gobierno, que nada tiene que ver en eso ni quiere intervenir en asuntos de esta índole.

Voy a tratar de un punto al que S. S. ha dado más gravedad, entre aquellos de que se ha ocupado, y en el que cree interesado hasta el decoro del Congreso, el relativo a la inmunidad parlamentaria. Supone S. S. que el Gobierno no tiene nada que hacer en casos de inmunidad parlamentaria, y que cuando viene aquí un suplicatorio del Gobierno no tiene más remedio que cruzarse de brazos, ni más ni menos que como lo hace en las actas. Tiene razón S. S.; pero cuando con motivo de la inmunidad del Diputado se cometen abusos que pueden ofender y lastimar las otras inmunidades, ¡ah! El Gobierno tiene necesidad de intervenir, y haría mal no interviniendo, porque, aparte del deber que tiene de respetar las atribuciones y prerrogativas del Congreso, y si es necesario de hacerlas respetar por todos y de todos, también tiene el deber de impedir que por el abuso de esas prerrogativas no se vengan a lastimar otras prerrogativas tan respetables, si no más, que las prerrogativas que tiene el Congreso.

He dicho antes que el Gobierno no podía consentir, y no consentiría nunca, que por caminos tortuosos y por cierta clase de rodeos se vinieran a vulnerar prerrogativas que establece la Constitución, y que son base del sistema que rige.

Señores Diputados, uno de los preceptos más importantes de la Constitución que se puede quebrantar por estos rodeos, es el que se ataque la prerrogativa Real.

Pues bien; se ofende la persona del Monarca en un periódico, un Diputado se hace responsable de ese escrito, viene aquí el suplicatorio, y el suplicatorio se deniega, y resulta con esto que la inviolabilidad del Monarca ha desaparecido.

De manera que, al denegar uno y otro suplicatorios de esta clase, lo que se hace sencillamente es derogar en absoluto el artículo constitucional más importante, y del cual depende el sistema en que vivimos.

¿Es que el Gobierno puede cruzarse de brazos ante ese espectáculo? Yo apelo a la buena fe y a la sinceridad del Sr. Azcárate para que me diga, si por éste o por otros medios se viniera a quebrantar su inmunidad, qué haría el Sr. Azcárate más que impedir que por esos medios se llegara a falsificar aquello que estamos todos en el deber de respetar.

Eso es lo que hace el Gobierno, y esa es la significación de las palabras pronunciadas por el Sr. Ministro de la Gobernación en la otra Cámara.

De no procederse de este modo, resultaría una anomalía grandísima.

El Diputado es inviolable por sus opiniones y por sus votos en el ejercicio de su cargo, y tiene la inmunidad por cuanto los tribunales ordinarios no le pueden juzgar más que en ciertas y determinadas condiciones.

Pues bien, un Diputado se levanta en el Congreso, ataca la inviolabilidad del Monarca, y el Presidente se lo impide y le corrige por los medio que tiene la Presidencia, y es más, la Cámara protesta y hasta puede ahogar su voz, como ya ha sucedido en más de una ocasión. De manera que el Diputado no puede atacar en la Cámara la inviolabilidad del Monarca; pero ese Diputado se va a la prensa, y en ella ataca la inviolabilidad del Monarca; viene el suplicatorio, es denegado, y resulta que el Diputado puede hacer fuera del Parlamento lo que no puede hacer en el Parlamento. (Muy bien, muy bien).

Pues eso no puede menos de considerarlo el Gobierno; y allí donde vea, no la inmunidad del Diputado, que es a buen cuidado tendrá de respetarla y hacerla respetar, si necesario fuera, en cuanto esté en su mano, sino el abuso de esa inmunidad, no puede menos de ponerle coto cuando ese abuso puede perjudicar a otras inmunidades tan respetables, por lo menos, como la del Diputado.

En ese sentido no se puede negar al Gobierno la intervención en este asunto, y la tomará siempre que por abusos de la inmunidad del Diputado pueda correr peligro otra inmunidad tan importante como la del Diputado mismo.

Como el Sr. Azcárate ha dado pocas proporciones a su discurso, y yo tampoco quiero dar relieve a este debate, porque declaro que siento en el alma entrar en discusiones políticas en estos momentos, porque las discusiones políticas enardecen las pasiones, y no están ciertamente las cosas para apasionamientos, yo que repito no he de dar relieve a este debate ni a ningún otro semejante, deseo que tratemos este asunto con cierta familiaridad, permítaseme la frase, y con cierta sencillez, y para dar ejemplo no tengo más que decir al Sr. Azcárate. (Muy bien, muy bien.)



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